Comentario
Alegrías que hicieron en México por Cortés
Así que Cortés llegó a Medellín, despachó mensajeros a todos los pueblos, y a México principalmente, haciéndoles saber su llegada; y en todos, cuando se supo, hicieron alegrías. Los indios de aquella costa y comarca vinieron en seguida a verle cargados de gallipavos, frutas y cacao, para que comiese, y le traían plumajes, mantas, plata y oro, ofreciéndole su ayuda si quería matar a los que le habían enojado. Él les agradecía los presentes y cariño, y les decía que no había de matar a nadie, porque el Emperador los castigaría. Estuvo en Medellín once o doce días, y tardó en llegar a México quince. En Cempoallan le recibieron muy bien. A dondequiera que llegaba, aunque la mayoría estaba despoblado, hallaba bien que comer y beber. Le salieron al camino indios de más de ochenta leguas de distancia, con presentes, ofrecimientos, y hasta quejas, mostrando grandísimo contento de que hubiese venido, y le limpiaban el camino, echando flores: tan querido era; y muchos le lloraban los males que les habían hecho en su ausencia, como fueron los de Huaxacac, pidiendo venganza. Rodrigo de Albornoz, que estaba en Tezcuco, fue una jornada a recibirle con muchos españoles, y en aquella ciudad fue alegrísimamente recibido. Entró en México con el mayor regocijo y alegría que podía ser, porque al recibimiento salieron todos los españoles con Alonso de Estrada fuera de la ciudad, en ordenanza de guerra; y todos los indios, como si él fuera Moctezuma, salieron a verle. No cabían por las calles. Hicieron alegrías grandísimas y muchas danzas y bailes; tenían atabales, bocinas de caracol, trompetas y muchas flautas, y no cesaron aquel día ni la noche de andar por el pueblo y hacer hogueras y luminarias. Cortés no cabía de placer viendo el contento de los indios, el triunfo que le hacían, y el sosiego y paz de la ciudad. Se fue derecho a San Francisco a descansar y a dar gracias a Dios, que de tantos trabajos y peligros le había traído a tanto descanso y seguridad.